En la última Conferencia sobre fondos comunales de Asia (Asia Commons, 6 al 8 de junio de 2006) que se realizó en Bangkok, Tailandia, se tomó la idea de “fondo comunal” (commons) tanto como un principio que abarca el contenido y la producción creativa, cuanto como una comunidad que apoya el intercambio de información y contenidos creativos. Algunos/as participantes de la conferencia trataron de definir “fondo comunal” en forma sucinta, en base a las premisas que siguen:


“El fondo comunal es:


- todo recurso común disponible para todos/as (pero que se pueda definir a nivel local o, específicamente, como “todos/as los/as que entren en la categoría x”);


- una serie de formatos institucionales específicos utilizados para la administración de los mismos;


- el movimiento que la promueve.


La participación abierta y libre, además de participativa y cara a cara, y el fondo comunal [se relacionan con] un conjunto de paradigmas basado en tres [¿o cuatro?] principios:


- Libertad y apertura – garantiza el acceso al material en bruto para construir un fondo comunal;


- Participación – se refiere al proceso de amplia participación a fin de construir realmente el fondo comunal;


- El fondo comunal es el formato institucional – se utiliza para evitar la apropiación privada de lo que se conoce como “creación”;


- Ciclos – “El círculo se cierra cuando el material generado por el fondo comunal vuelve a ser libre/abierto para entrar en el ciclo siguiente de circulación en el fondo comunal" (fuente: Asia Commons en la Wikipedia)


El concepto de “fondo comunal” se refiere directamente a la subversión de los paradigmas actuales del derecho de propiedad intelectual, que implican la propiedad y el control de la información, el conocimiento y otros tipos de contenidos -la producción cultural y creativa, así como la información científica-, que han sido convertidos en bienes de consumo a los que sólo pueden acceder quiénes pueden costearse la propiedad del conocimiento.


Pero, ¿en qué se diferencia esta iniciativa de otras anteriores, basadas en el intercambio de recursos y utilizadas por grupos y redes de mujeres?


Los movimientos, redes y grupos de mujeres comparten información y contenidos desde mucho antes de la existencia de esta idea de un “fondo comunal” de la información. A fines de la década del 90, se creó una red de centros de recursos de la mujer de Asia Pacífico para desarrollar una base de datos multilingüe que les permitiera compartir información sobre temas de la mujer. La red, llamada Asian Women's Resource Network (AWORC, Red de recursos para la mujer asiática), se dedicó tres años a desarrollar una base de datos y un mecanismo de búsqueda multilingües, a fin de que los centros de la mujer de Corea del Sur, Filipinas, Japón, Malasia y Mongolia pudieran compartir contenidos bibliográficos. Aparte de eso, AWORC creó el sitio web de la ONG de Asia Pacífico para hacer el seguimiento de la Plataforma de Beijing a los 5 años de la conferencia. Esta iniciativa se basaba en que los grupos de mujeres de la región enviaran y compartieran contenidos relativos a la situación de los 12 temas críticos y la implementación de dicha plataforma de acción en diversos países. Esto llevó a AWORC a participar en WomenAction, una red mundial de organizaciones y redes de mujeres cuyo objetivo es facilitar la participación en la Revisión a los 5 años de la Plataforma de Acción de Beijing, en 2000. Se trataba también de una plataforma mundial para el intercambio de contenidos en la que varios sitios regionales que se dedicaban a monitorear el proceso de seguimiento podían agregar contenidos. Isis-Manila produjo también una colección de obras de arte que todas las redes y organizaciones de mujeres pueden usar en forma gratuita: Isis International Manila Clipart .


Estos son sólo algunos ejemplos de lo importante que ha sido siempre el intercambio de contenidos entre las mujeres, ya que se trata de un aspecto intrínseco del trabajo en red entre ellas. Ni la idea de contar con “recursos comunes” que estén al alcance de todas, ni la de construir estructuras institucionales y de gobernanza necesarias para administrar el intercambio de contenidos, son nuevas para el movimiento de las mujeres. Antes de explorar este nuevo terreno del conocimiento “común” y cómo pueden participar las mujeres en él, es importante tener eso en cuenta. La unión entre las mujeres y el concepto de “fondo comunal” no es algo totalmente nuevo – y los grupos y movimientos de la mujer tienen valiosas lecciones para compartir.


Así que, ¿cuál es la “novedad” del “fondo comunal”? ¿Se trata simplemente de otra expresión de moda para agregar a nuestro ya cargado diccionario de conceptos políticos? Si volvemos a analizar los cuatro paradigmas en base a los que se supone que opera la “fondo comunal”, quizá sea posible ver si el camino hacia el fondo comunal del conocimiento resulta acorde a la agenda y las tácticas feministas.


El intercambio de recursos es algo estático. La información se comparte y se distribuye, pero es posible que no admita modificación, recreación y transformación. La parte cíclica del fondo comunal refleja la posibilidad de basarse en el fondo comunal para crear algo nuevo, la capacidad de partir de lo generado por otro/a creador/a. El intercambio de conocimientos no se acompasa necesariamente con este principio.


Además, la tecnología que sirve de apoyo a la idea del “fondo comunal” ha sufrido una transformación radical, en base al aspecto “libre y abierto” del “fondo comunal”, según el cual el acceso a los materiales brutos es un componente intrínseco a la construcción de cualquier tipo de comunidad. Entre el momento en que AWORC empezó a desarrollar una base de datos multilingüe, un mecanismo y un sitio web estático regional, en base HTML, para la Revisión a los 5 años de la Plataforma de Acción de Beijing, y la primera Conferencia de Asia Commons, en 2006, ha habido grandes avances tecnológicos. Las tecnologías web 2.0 apuntan a facilitar el intercambio de información y el conocimiento en colaboración, a hacerlos más dinámicos y menos exigentes en términos de trabajo. Las nuevas tecnologías, como los blogs, los wikis, los sistemas de administración de contenidos y los hilos RSS, han hecho que la colaboración en línea y el intercambio de conocimientos se conviertan en algo intrínseco a la red mundial. Estas nuevas herramientas, junto con la historia de las mujeres en relación al trabajo en red y el intercambio de recursos, contribuye a crear un entorno óptimo para la creación de un “fondo comunal” de la mujer.


La pregunta es, ¿las mujeres tienen un acceso equitativo a estas herramientas y a su uso?


El acceso equitativo a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) e internet sigue siendo un problema en varios países en desarrollo. Es más, la dimensión de género en la comunidad del software libre ha sido muy discutida en todas partes [http://www.genderit.org/en/index.shtml?apc=i90515-e--1]. Para decir muy brevemente algo que es muy largo, en el campo del desarrollo de software, prevalecen las culturas masculinistas y lo mismo sucede con la utilidad de las TIC. Ultimamente se han usado indicadores específicos de género para medir la diferencia de impacto de los beneficios potenciales de las TIC entre hombres y mujeres [http://www.genderit.org/en/index.shtml?w=r&x=94532]. Esto se debe a que normas de género discriminativas pero invisibles, como los roles domésticos, sociales y económicos, pueden incidir de manera significativa en el uso y la familiarización de una persona con las TIC a fin de cubrir sus necesidades. Sin embargo, esto no significa que un Fondo comunal del conocimiento sería irrelevante para las mujeres. El verdadero punto es que, al igual que en la mayoría de los aspectos de la vida social, económica y política, lo primero es atender a las inequidades del acceso.


Luego de las cuestiones sobre el acceso, vienen los procesos de participación. En este punto, la solución es evidente, pero confusa en la práctica. Proceso de participación significa contar con mecanismos de decisión que incluyan a la mayor cantidad posible de personas. En general, quiénes están involucrados/as en dichos procesos están a cargo de llevar a cabo las decisiones tomadas y deberían representar a los/as afectados/as. La capacidad de incidencia efectiva de cada persona en la construcción del “fondo comunal” dependerá del estilo de organización que resuelva adoptar la comunidad del caso, si es que opta por algo así. Si la mayoría de las discusiones, decisiones e implementaciones se llevan a cabo en línea, la inequidad del acceso será evidente. Hay que formular preguntas tales como: de qué manera se propondrán iniciativas, quiénes serán los/as supuestos/as “interesados/as” o “sujetos”, cómo se organizan las prioridades y según qué perspectivas, qué tipo de esfuerzos y redes hay que crear para que fructifiquen, qué tipo de conocimiento es esencial, qué tipo de cultura de la comunicación se crea o se utiliza, qué herramientas legales y tecnológicas se utilizan, etcétera, para garantizar que la “participación” no se disuelva en mera retórica.


Entonces, ¿qué tal la idea de un Fondo comunal de la mujer?


Eso significa que quiénes trabajan por la construcción de un fondo comunal deben compartir ideas similares en torno de los temas de la mujer. Y si esa capacidad para llegar a un entendimiento compartido procede del hecho de compartir batallas, de la identidad, o de una ideología política, es algo que aún está por discutirse, igual que los principios feministas en los que debería basarse dicho “fondo comunal” y su motivación, o el resultado que se espera. De todos modos, la idea es atractiva y vale la pena considerarla. Las semillas para un Fondo comunal de mujeres (o varios) ya han sido plantadas. Una de esas semillas es el hecho de que el intercambio de contenidos es algo intrínseco a los movimientos de la mujer y su trabajo en red. Y otra es que cada vez más mujeres usan herramientas de la web 2.0, como blogs y wikis, para crear, recrear y compartir contenidos.


¿Qué tipo de contenidos sería relevante para un fondo comunal así? Esto nos lleva directamente al tercer paradigma, que incluye por ejemplo la protección del fondo comunal para evitar su apropiación externa.


Al recorrer con la mirada el paisaje del “fondo comunal”, se ve inmediatamente que uno de los usos más extendidos de la palabra se centra en el intercambio de contenidos creativos, académicos y sociopolíticos. Otro aspecto inquietante del “fondo comunal” es el relativo a la “cultura”. Cuando el intercambio de recursos, conocimiento e información se presenta como la principal estrategia contra la propiedad intelectual, se plantea de inmediato el cuestionamiento al desequilibrio en las relaciones de poder. Eric Kansa, del Archivo Alejandría, presentó este tema en la última iSummit (Cumbre de iCommons), y se preguntó de qué manera incorporar estrategias para revertir los procesos de colonización cultural a la hora de estudiar el licenciamiento de contenidos abiertos. Con el mismo espíritu, Nhlanha Mabaso, del Centro de software libre CSIR, defendió la necesidad de realizar un “cuidadoso intercambio cultural” en las iniciativas de acceso al conocimiento. El punto crucial que destacaron ambos fue que la “cultura” que se intercambia o se comparte, significada y encapsulada en la información bajo diversas formas (música, resultados de investigación, arte, etcétera), está imbuida de historicidad.


Para las mujeres, esto es especialmente importante. Las feministas y las activistas por los derechos de la mujer han demostrado ampliamente que las mujeres suelen considerarse un bastión de la cultura. Esto es evidente en la manera en que las mujeres, sobre todo sus representantes, se movilizan por la “autenticidad cultural” en las áreas de entretenimiento, turismo y conflictos de frontera. Pero además, las mujeres son también las poseedoras, innovadoras y transmisoras del conocimiento tradicional y/o indígena, que en muchos casos resulta lucrativo para la industria farmacéutica, agrícola y fabril.


En este sentido, ¿existe la necesidad de contar con un espacio “seguro” de intercambio, construcción y participación en la construcción de conocimiento que se refiera específicamente a las mujeres y cause un impacto en ellas? ¿Cómo se manejan las mujeres hoy con el régimen de la propiedad intelectual para evitar que el conocimiento que se produce y circula en determinados lugares no pase a manos privadas? En otras palabras, ¿cómo pueden asegurarse las mujeres de que nadie les quite la posibilidad de usar sus conocimientos como les parezca mejor? Y en relación al desarrollo del Fondo comunal del conocimiento y los movimientos que se relacionan con esto, ¿de qué manera puede garantizar el Fondo comunal de la mujer que la información y el conocimiento sean abiertos (en lugar de construir más barreras) sin poner en juego su calidad de propietarias? De hecho, ¿cómo es posible que las preguntas en torno de conceptos como la propiedad (el conocimiento como propiedad) y la exclusión histórica de la mujer de este principio pongan en jaque al discurso general sobre acceso al conocimiento, fondo comunal de conocimiento y acceso abierto?


Más allá de las respuestas que surjan para estas preguntas, y de las numerosas cuestiones que vayan surgiendo a medida que se desarrolla este campo de estudio, es evidente el interés de participación en el área para las feministas. Sobre todo si la idea del Fondo comunal de la mujer se revela como una estrategia útil para superar la creciente fragmentación de los movimientos y para volver a familiarizarnos con la práctica de la “solidaridad”. Quizá reflexionar en el marco de un “fondo comunal” sirva para fomentar una mayor participación de las mujeres en el área del conocimiento y la producción de contenidos y las TIC.


Entonces, ¿nos dedicamos a construir un Fondo comunal de mujeres, o simplemente a asegurar la participación de más mujeres en las prácticas e iniciativas oficiales del “fondo comunal”?


La construcción de un Fondo comunal de mujeres tiene también el potencial de alentar a las mujeres a ir más allá de ser usuarias/consumidoras de TIC, a fin de asumir roles de producción de contenidos, pero eso también puede llevar a una marginación de los temas de la mujer y su participación en el debate, el discurso y la práctica de la “fondo comunal”. Si las mujeres creamos nuestros propios fondos comunales, podemos terminar atrapadas en nuestra propia trampa, en un espacio reducido donde se tratan los temas específicos, mientras que el “fondo comunal” más amplio se dedica a temas más “amplios”, que no incluyen las cuestiones de género.


La otra opción, que consiste en lograr la participación de la mujer en las prácticas e iniciativas más “oficiales”, exige que los/as interesados/as actuales en este fondo comunal de conocimiento admitan una mayor participación de las mujeres, y que los movimientos de la mujer se tomen en serio el debate sobre el “fondo comunal.


Tal vez habría que entender que ambas opciones son complementarias, en lugar de ser estrategias mutuamente excluyentes. Construir un fondo cumunal de las mujeres puede ser una estrategia para aumentar y profundizar la participación de las mujeres en las prácticas oficiales del “fondo comunal”. Además, el fondo comunal de las mujeres no tiene que ser una entidad individual, sino que puede consistir en iniciativas paralelas (quizá junto con otros temas e intereses de la mujer) que fusionen los principios de “fondo comunal” y feminismo. A medida que vayan surgiendo más cuestiones del fondo comunal de las mujeres, lo mismo irá sucediendo con su participación en el debate y la práctica oficiales del “fondo comunal”.

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