Black woman wolking with digital elements around.

Original illustration by Neema Iyer for this edition of GenderIT. License: Creative Commons BY-NC-SA.

La expresión “estamos viviendo un momento interesante” nunca fue más cierta que ahora. Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una pandemia global por el nuevo coronavirus, llamado Covid-19, la mayoría de los medios de comunicación e internet desbordan información y desinformación sobre el virus, la forma de contraerlo, la forma de contagio y la mejor manera de protegernos a nosotros/as mismos/as y nuestros seres queridos. Yo también me siento perdida en múltiples laberintos de información y actualización sobre el virus, y me inquietan mis seres queridos, amigos/as y compañeros/as de trabajo del mundo entero. En estos tiempos de cuarentena y aislamiento tanto recomendados y decretados, como autoimpuestos, internet y otras tecnologías de comunicación se han convertido en un salvavidas para mucha gente.

Dado que se cancelaron y pospusieron muchos encuentros y reuniones, la solución inmediata a la que la mayoría recurre es “bueno, entonces, reunámonos en línea” y es aquí, precisamente, donde se encuentra el problema: en el hecho de considerar a internet como la solución para un problema social, como un santo remedio para la comunicación, e imaginar que hay igualdad en el acceso, el uso y la representación en internet, todo lo cual es falso. Y ese es el motivo por el cual necesitamos aún más feministas y feminismos africanos tanto en internet, como acerca de y entorno a internet, para contrarrestar la idea de que la tecnología nivela el campo de juego para todos/as y es una solución infalible para todos los problemas.

¿Qué tiene que ver la actual crisis mundial del Covid-19 con un encuentro de activistas en África para “crear” una internet para feministas? La verdad es que tiene mucho que ver. Cuando el proyecto Todas las mujeres cuentan – Dominemos la tecnología!(AWC-TBTT!) del Programa de derechos de las mujeres (PDM) de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) decidió convocar el encuentro Making a Feminist Internet in Africa [Haciendo una internet feminista en África] (#MFIAfrica) en octubre de 2019, el objetivo estaba claro. Había que encontrar y reunir a un grupo lo más diverso posible de activistas, pensadores/as, artistas y feministas de África para hablar sobre tecnología, internet y poder, así como el impacto que tienen sobre nuestra vida y nuestro trabajo. Este no fue el primer encuentro de este tipo, pero fue la primera vez que se llevó a cabo en África, con – y para - feministas y activistas africanos/as.

Había que encontrar y reunir a un grupo lo más diverso posible de activistas, pensadores/as, artistas y feministas de África para hablar sobre tecnología, internet y poder.

Los encuentros comenzaron en abril de 2014, cuando el Programa de derechos de las mujeres convocó un encuentro de mentes e ideas para explorar cómo sería una internet feminista. El equipo ya había sentido esa curiosidad y venía trabajando en el área de tecnologías y su incidencia a la hora de modelar la realidad vital de mujeres, personas LGBTIQA, personas con discapacidades y el colectivo de personas que existen en los márgenes de las sociedades normativas. Los resultados del encuentro fueron el contenido del primer borrador de los Principios feministas de internet (PFI), un trabajo y análisis feminista en constante evolución para entender el papel que tienen internet y la tecnología en nuestra vida. Desde entonces, ha habido muchos más encuentros de MFI en Europa oriental, América del Sur, el sudeste asiático, Asia y, últimamente, África.

Muchas cosas han cambiado en el paisaje mundial de la tecnología e internet desde que se realizó el primer Imagina una internet feminista, en 2014. En Kenya, por ejemplo, el uso activo de internet tuvo un incremento de 15 millones de usuario/as entre 2015 y 2019. Este cambio es visible, sobre todo, en plataformas sociales como Twitter y Facebook, donde se oye un poco más la voz de las mujeres, hay algo más de visibilidad (aunque no la suficiente) de las personas LGBTIQA y hay más voces africanas anotando puntos antiguos y actuales directamente en línea. Esto se ha hecho visible también debido al aumento de la incidencia y denuncia de violencia de género en línea, y violencia facilitada por la tecnología. La velocidad de los cambios en el ámbito de la tecnología incide significativamente en el modo de funcionamiento y la evolución de nuestras sociedades. La tecnología ha empujado a comunidades enteras a estar en línea y, fuera de línea, a habitar un espacio donde las realidades en línea y los conflictos emergentes no cuentan con procedimientos y recursos para su solución. La violencia de género en línea, por ejemplo, ha sido una preocupación creciente para muchas mujeres, personas LGBTIQA y de identidad de género disidente, pero la legislación que reconoce y actúa sobre ese tipo de ataques y de violencia es una gran ausente en muchos países africanos. Por eso, el espacio en línea se ha convertido en un “espacio seguro” para las personas y las comunidades de personas que atacan a las mujeres, las personas LGBTIQA y de género no binario, que pueden salir impunes. Este puente entre nuestra comprensión y aprendizaje sobre lo inextricable que son nuestras vidas y realidades en línea y fuera de línea es un trabajo importante que el Programa de derechos de las mujeres y miles de otras activistas y voces presentes en línea siguen haciendo. De muchas maneras, internet parece un nuevo mundo salvaje que corre peligro de repetir las normas e ideas opresoras que han existido en el mundo desigual en el que hemos vivido. La desigualdad de acceso y de representación en internet es una réplica inmediata de la opresión y supresión existentes. La voz y la historia particulares de África en esta dinámica debe ser una narrativa en voz alta y poderosa que desplace la tendencia blanca dominante hacia una internet diferente y más inclusiva.

De muchas maneras, internet parece un nuevo mundo salvaje que corre peligro de repetir las normas e ideas opresoras que han existido en el mundo desigual en el que hemos vivido.

Desde su advenimiento como colonia de Occidente, al igual que como continente independiente de estructuras visibles de poder y opresión coloniales, África ha sido un curioso caso de estudio para el mundo entero. Muchas veces, África parece el laboratorio del mundo, y muchas veces ha sido tratada como tal. Nuestro continente es el espacio donde las empresas farmacéuticas occidentales vienen a testear sus medicamentos de forma ilegal. Esto sucedió en Kano, al norte de Nigeria, donde el gigante farmacéutico global Pfizer realizó pruebas ilegales en niños/as de un medicamento contra la meningitis que provocó discapacidades, o incluso la muerte. El continente está plagado de este tipo de historias de una desconsideración brutal hacia la vida y el ambiente de África y sus habitantes.

En lo que se refiere a nuestras interacciones con la tecnología, África suele estar posicionada como beneficiaria de tecnología, no como agente de innovación. Además, los/as numerosos/as innovadores/as y pensadores/as en el área de la tecnología suelen quedar encasillados en la innovación y la creación en torno de problemas existentes sobre el continente. Nuestras innovaciones son respuestas a la hambruna, la sequía, la enfermedad y la muerte. La tecnología en África es algo que usamos para cambiar nuestra vida, no innovamos por diversión, por placer, o para jugar. Esto es una generalización, claro, pero también es la narrativa dominante que se encuentra en línea. Este es el peligro de la historia única de la que habla Chimamanda, un procedimiento por el cual múltiples verdades se manipulan como si fueran agua y, como tal, se las fuerza a adoptar la forma del contenedor en el que se colocan.

En el cuarto oscuro de las narrativas populares de África y su gente (y sus problemas), se encuentran almacenadas las historias de mujeres, personas queer y personas con discapacidades. Vivimos una realidad compleja y de múltiples niveles, y en la que no siempre hemos sido custodias de nuestras narrativas. La invisibilidad de las narrativas y realidades africanas se arrastra tras los/as africanos/as que viven en la diáspora, con una comunalidad de experiencias compartidas a través de las fronteras continentales y a través de siglos y décadas. Pero esa realidad está cambiando, y tenemos que agradecerle a las feministas africanas por eso.

Me atrevería a decir que internet y la tecnología constituyen un espacio de poder que siempre ha recibido aportes de las mujeres y las personas LGBTIQA de África. Nuestra vida cotidiana se extiende hacia plataformas y herramientas en línea donde planificamos, compartimos, amamos y crecemos. Internet ha contribuido también a crear las formas en que nos perciben y también nuestra autopercepción. Internet es también un espacio de mucha violencia dirigida contra las personas que se expresan de maneras y con voces no conformistas. En los días del encuentro Haciendo una internet feminista en África, hubo mujeres, gente queer y no binaria, artistas, escritoras/es e investigadoras/es (por nombrar sólo a algunos/as) de África y de la diáspora que crearon un espacio para hablar de una internet feminista y de lo que ello significaría para la creación del movimiento en África. En ese espacio, encontramos puntos en común no sólo en cuanto a nuestras batallas, sino también relativos a nuestros triunfos. Compartimos tácticas e ideas, e incluso compartimos nuestras músicas y danzas. Debido a la homogeneidad con la que se presenta a África, no sabemos demasiado los/as unos/as sobre los/as otros/as, y nos separa la historia, la lengua y la lucha política. Buena parte de la información y las noticias depende de monopolios mediáticos que operan a la sombra de compañías mediáticas occidentales que, en general, cuentan con mejores recursos y tienen acceso a historias, a crear narrativas a las que nosotros/as mismos/as, a pesar de vivir en el continente, no accedemos. Lo que vemos en los medios es lo que, muchas veces, asumimos como verdadero. Vivimos llenos de conceptos equivocados sobre nuestros prójimos y sobre nuestras realidades. Las personas africanas de la diáspora, en particular, no suelen encajar en las historias y narrativas sobre África y los/as africanos/as. Internet ha creado espacios (muchas veces, polémicos) para estas conversaciones.

El hecho de contar con más de 40 feministas y activistas de toda África en una sala nos puso en contacto con nuestros propios juicios, nuestros privilegios y nuestro poder frente a las diversas luchas nacionales y regionales. En esa sala quedó claro que internet, tal como es ahora, es tan desigual como el mundo en el que vivimos. En línea se necesita el mismo tipo de amabilidad y cuidado que tenemos cuando andamos por el mundo tratando de entender los numerosos problemas con los que vivimos. Pero para que esto suceda, es necesario que haya más feministas africanas que ocupen espacios, cuenten historias, ofrezcan visiones alternativas, creen contenidos body-positive, exhiban sus cuerpos, talentos, capacidades y conocimientos. Las feministas africanas crean más espacio en línea para las mujeres africanas. Es fundamental tener la posibilidad de encontrar historias de personas queer africanas acerca de sus romances bajo la mirada de realidades sociales y culturales que son sofocantes y opresivas. Hay que hacer visible la resistencia contando con contenidos de moda para mujeres gordas, contenidos sobre sexo y sexualidad para mujeres y personas LGBTIQA con discapacidades, contenidos sobre maquillaje para chicos gay. Internet le recuerda al status quo heteronormativo que no vamos a desaparecer.

Una internet feminista debe tener más mujeres africanas, más sexualidad y diversidad, más brillantina y más ocres.

Siguen faltando muchos relatos y realidades de mujeres y personas LGBTIQA de África en línea. Una internet feminista debe tener más mujeres africanas, más sexualidad y diversidad, más brillantina y más ocres. Una internet feminista no invisibiliza los aportes de mujeres y africanos/as para el desarrollo de tecnologías y para el formateo de varios aspectos de internet. Ahora que se le pide a las personas más vulnerables que se mantengan apartadas de los/as demás, nos volcamos hacia una internet que es intolerante, racista, homofóbica y clasista, en busca de compañía y contacto con el amplio mundo. Le pedimos a personas que no tienen buenas condiciones de acceso a internet que trabajen desde su casa, con una conectividad y tecnologías de las que carecen. Obligamos a la gente a usar una internet que no ofrece suficiente información sobre cómo mostrar interés y ayudar a quiénes se ven afectados/as por la epidemia. Al no existir una cantidad suficiente de voces razonables y respetuosas de la diferencia y la diversidad, corremos el riesgo de que las personas emerjan de la cuarentena más conservadoras y más radicalizadas que antes, por haber estado accediendo a una internet que representa sólo a la minoría dominante y opresora. Sin una internet feminista que garantice el acceso y la posibilidad de influir sobre los contenidos y la gobernanza de internet, estaremos replicando un estilo de vida violento y opresivo que podría volverse inevitable.

Sin una internet feminista que garantice el acceso y la posibilidad de influir sobre los contenidos y la gobernanza de internet, estaremos replicando un estilo de vida violento y opresivo que podría volverse inevitable.

Una internet feminista con más voces africanas también constituye un espacio vibrante y dinámico. Un espacio de juego y de placer. Crear una internet feminista es algo más que una reunión de mentes afines, es también un llamado a la acción. Es reivindicar la diversidad, la seguridad y la diversión. Es una gran exigencia. Pero con una reunión como la de Haciendo una internet feminista en África, se puede empezar a presionar por los mismos cambios sociales, culturales, económicos y políticos en línea que estamos reivindicando para la vida diaria, fuera de línea. En este momento mundial de crisis y aislamiento, contar con una internet feminista que incluya y centre las voces de las feministas africanas ya no es algo simplemente necesario, sino que pasó a ser crucial.

 

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