Entrevista a Mariana Calvo, de la cooperativa Sulá Batsu, Costa Rica.

La vida de las comunidades campesinas e indígenas costarricenses nunca ha sido sencilla, pero en las últimas décadas se ha visto agravada por la presencia de empresas multinacionales que invierten en la explotación agrícola en escala y logran permisos para explotar la tierra por largos períodos dedicándose al monocultivo, que a la larga desgasta y consume sus recursos. La experiencia no es nueva y lamentablemente, demasiado conocida en la región por sus consecuencias negativas para sostener la biodiversidad y los cultivos agrícolas diversificados como también la cria de ganado.

Hace un año atrás, con el apoyo de Citizen Lab de la Universidad de Toronto, dos organizaciones no gubernamentales, Colnodo, de Colombia, y Sulá Batsu, de Costa Rica, comenzaron a trabajar con grupos ambientalistas y grupos de campesinos e indígenas. Sulá Batsu lo hizo en el valle central de Costa Rica para fortalecer su trabajo y defender sus derechos, utilizando entre otros recursos las tecnologías de información y comunicación para conectar sus intereses y divulgar sus preocupaciones.

Mariana Calvo, una joven antropóloga, decidió aceptar el reto de coordinar el proyecto luego de haber participado de un encuentro de mujeres de organizaciones sociales que se reunieron en el intercambio sobre Género y gobernanza de internet previo al 8vo Foro de gobernanza de internet que se celebró en México en 2015. El evento de dos días de duración, que fue coordinado por el Programa de derechos de las mujeres de APC , fue fundamental para que Mariana aceptara su nuevo trabajo.

“En el gigX me encontré con un panorama que no conocía. Escuché la posición de otras participantes, su análisis de cuestiones, situaciones, con perspectiva de género, y esto tuvo mucho impacto en mí. Cuando recibí la invitación a integrarme a este nuevo proyecto, lo hice sabiendo que era una oportunidad para aprender más sobre el tema ambiental y sobre las cuestiones de género”, señala Mariana con entusiasmo.

“En Sulá Batsu damos prioridad a la realidad local y a lo que piensan e interpretan las personas que día a día deben trabajar y enfrentarse con situaciones que afectan sus derechos”, continúa Mariana. Al involucrarse con las organizaciones ambientalistas y campesinas locales, la joven antropóloga reconoció el rol que desempeñan las mujeres en estas organizaciones, muchas de ellas verdaderas líderesas, con iniciativas y coordinación de las organizaciones. “Sabemos que para el campesinado la defensa territorial es fundamental y decidí que debíamos trabajar con un frente liderado por mujeres que se veían el avance de compañías transnacionales dedicadas al cultivo de la piña que estaban afectando los intereses y sembrados, y con ello la supervivencia, de la comunidad local”.

En este recorrido, Mariana también constató la relevancia del uso de tecnología de información y comunicación para el trabajo de las organizaciones. La mayoría de las mujeres de la organización tienen acceso a celular y a internet, lo que les ha permitido conectarse con otras organizaciones similares y también dar a conocer su lucha tanto a nivel nacional como internacional. Incluso ya hay organizaciones ambientalistas y campesinas que han logrado que las empresas finalmente se retiren de la zona, dejando atrás la explotación de estos monocultivos.

“Las mujeres tienen acceso a internet, reconocen las oportunidades que brinda, pero necesitan más conocimientos para lograr comunicarse mejor, acceder a más información y subir a la web sus demandas para defender sus intereses con sus propias palabras”, dice Mariana.

Pero esta exposición en internet, en el espacio público, tiene también sus riesgos. Por un lado, deben enfrentar las críticas y el menoscabo a su liderazgo por ser mujeres, y por otro, deben hacer frente a las amenazas que reciben de las propias empresas, de las cámaras de comercio y de otros intereses relacionados con el negocio de los monocultivos. Las amenazas también llegan a sus hijos y a sus esposos, que a veces pierden el trabajo por el activismo de sus mujeres.

“Una de nuestras tareas es el de capacitar a las organizaciones, y en particular a las mujeres, en los usos seguros de internet. En general, los conocimientos que los grupos tienen de las tecnologías son básicos, de modo que para lograr avanzar es relevante también que lo hagan conscientes de los usos seguros de sus celulares y cuentas de correo electrónico, además de las redes sociales”, aclara Mariana. “Introducimos junto a las herramientas básicas, el uso de anonimato, también el uso colectivo de los espacios digitales, de cómo almacenar las evidencias, a quien recurrir y armamos en conjunto una matriz de riesgos”.

“El objetivo es que las personas se sientan seguras en el uso de la tecnología, no temerosas de quedar expuestas ni de ser identificadas. Para ello, apuntamos a la ingeniería social, a los cuidados técnicos, a obtener conocimientos de legislación en caso de robo de identidad o de información, por ejemplo”, agrega.

Uno de los principales retos, en caso de amenaza o intimidación, es llegar a la denuncia y que los hechos sean tomados en serio por las autoridades. Por ello es importante saber guardar evidencias, conocer los protocolos para denuncias de esta índole, e insistir ante la policía o la fiscalía para que la denuncia siga su cauce legal.

En todo esto, el rol de las tecnologías es fundamental para lograr el apoyo de más personas y organizaciones y plantear que los derechos de las comunidades también incluyen los derechos a la no contaminación de las tierras ni del agua y al respeto a la sustentabilidad de la vida silvestre y de los cultivos. El trabajo conjunto de las organizaciones campesinas, de los ambientalistas y de profesionales y técnicas permite avanzar en estas demandas.

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