Puede
verse que en esta “revolución masculina” la idea de solidaridad es
parcial. Es un pensamiento solidario que sólo se enfrenta a los deseos
monopolizadores como por ejemplo el de Microsoft, pero la solidaridad
por una igualdad real donde se incluya la presencia de la mujer y la
visión feminista no se plantea.



Internet es
el referente clásico de las nuevas Tecnologías de la Información y
Comunicación (TIC). Mientras el mundo desarrollado disfruta de estas
formas novedosas de comunicación, para los países pobres son todavía
una aspiración. No obstante esta brecha digital, las TIC se imponen
como una necesidad básica pues pretenden convertirse en una herramienta
de comunicación con “vocación universal”. En el debate intelectual es
una premisa común y aceptada que la introducción de la tecnología
informática está cambiando la humanidad estableciendo una cultura
tecnológica con importantes repercusiones. ¿Y es esto así?.


El
auge de la globalización de Internet y el uso masificado de los
ordenadores está poniendo en tela de juicio los esquemas del
pensamiento occidental que hasta el siglo XX organizaron los Estados
democráticos sobre la base de la libertad, igualdad y el respeto a la
propiedad. Uno de los objetivos de las democracias estaba dirigido al
logro de la justa distribución de la riqueza y el bienestar social para
la ciudadanía. A mitad de su recorrido, los sistemas democráticos están
retrocediendo por lo que van adquiriendo cada vez más un carácter
fundamentalista imponiéndose aún por la fuerza de las armas en un mundo
donde la cibernética trastoca los valores humanísticos. En estas
circunstancias se vaticinan grandes cambios para alcanzar la ansiada
libertad e igualdad y la esperanza se mantiene en el avance de la
tecnología. Las ciencias sociales y jurídicas y las humanidades han
dejado paso así, casi en soledad, a la “exitosa” técnica.


En
el mundo de las nuevas tecnologías ha surgido la lucha por la libertad.
Hay una “nueva revolución” especialmente con la participación de
jóvenes generaciones y en su mayoría personas de sexo masculino. En su
retórica “los rebeldes de la tecnología” apelan al derecho al free
software o software libre (programa abierto) para que los programas
informáticos se adapten a cada realidad o necesidad de quienes los
usen. Según Richard Stallman, uno de los representantes, del
pensamiento del software libre, se reivindica la libertad de usar, de
ejecutar el programa informático dónde y como uno quiera; de
modificarlo y distribuirlo; de saber cómo está hecho, así como de
distribuir las mejoras y colaborar para que otras personas también se
beneficien de las modificaciones. Esta posición se sostiene además en
el principio de solidaridad. Su filosofía es la de compartir y
distribuir información libremente. En esta nueva batalla el eslogan es:
El software libre hará libre al hombre. ¿Y a las mujeres?


Desde
finales del siglo XX, con la aparición de las TIC, el capitalismo
intenta incluir dentro de la propiedad privada y de la idea de
maximización de beneficios económicos, al conocimiento y la
información. Pero, se trata de bienes que por su naturaleza no son
fácilmente cuantificables y mesurables. Con las nuevas tecnologías la
reproducción de la información es más económica. La duplicación y
copias de cualquier software es instantánea e infinita, las descargas
de obras culturales a través de las redes P2P ya forman parte de la
cultura tecnológica. Así pues, el auge de las TIC tiene una implicancia
subversiva para el capitalismo, puesto que cuestiona la noción de
propiedad y desafía los criterios de escasez. La información y el
conocimiento no se agotan con el uso. Al contrario, cuanto más se
comparten más se amplifican, la información y el conocimiento son
inmateriales, no se destruyen al ser consumidos y sus costos de
reproducción tienden a cero (Davis y Stack, 1992). Su tendencia
obviamente es más socializadora que individualista. Para revertir esta
tendencia las fuerzas empresariales más poderosas buscan ampliar la
noción de la propiedad intelectual para aplicarla especialmente en el
campo informático (Katz, 2000: 207)


En
este escenario de la era de la información, por un lado, están las
empresas multinacionales y grupos defensores del software privativo,
interesados por imponer cambios a las legislaciones existentes y a los
tratados internacionales que son fuente del derecho interno, en materia
de propiedad intelectual, de manera que se les permita introducir
dentro del circuito económico los bienes inmateriales que no deberían
ser susceptibles de intercambio económico. En este caso, la ideología
de los poderosos unida al exacerbado interés por el intercambio
comercial y el beneficio económico trata de controlar las nuevas
tecnologías intentando mover los cimientos de los sistemas
democráticos. Por otro lado, enfrentándose a los poderosos, un grupo
creciente de actores sociales buscan, con sus prácticas tradicionales
así como novedosas, una redefinición de la propiedad intelectual
intentando protegerse y proteger a la sociedad de la desregulación del
sistema de patentes. De esta manera, los “revolucionarios” pretenden
que se elimine el interés puramente económico en el campo de las nuevas
tecnologías. Luchan por la libre circulación de la información, del
conocimiento y la creatividad cultural, esto es, que la tendencia
neoliberal no se expanda en el campo de las TIC. Se busca garantizar
los derechos colectivos y evitar la monopolización de este nuevo
sistema de información y comunicación por unos cuantos grupos
económicos internacionales interesados en su control y manipulación.


David
Bravo señala que para frenar esa situación las leyes fingen sólido lo
que es gaseoso y convierten en propiedad privada algo que no se puede
poseer. Por esto, tras el discurso de defensa de las ideas y de la
cultura, hay realmente un ansia privatizadora que puede convertirse en
la persecución a millones de ciudadanos por el intercambio en P2P .
Ésta es sólo una batalla más de las muchas que se están librando. El
principal problema con el que se encuentra este afán privatizador está
en la intangibilidad de las obras intelectuales. No todo es susceptible
de ser una propiedad privada (Bravo, 2005: 16-18)


Los
libertarios de las nuevas tecnologías pretenden impedir, y con lógica
razón, que el capitalismo salvaje englobe el patrimonio inmaterial de
las personas pues en esta era tecnológica y del conocimiento, al
concepto de mercancía se sumaría también los bienes inmateriales
representados por la información y la cultura. La Declaración de
Independencia del Ciberespacio (John Perry Barlow-1996) ya toma esta
posición pues hace un llamamiento a los comprometidos con la
construcción del espacio global para defender la libertad frente a la
hegemonía de los gobiernos del poder industrial. Se pone énfasis en la
necesidad de proteger su cultura colectiva que tiene su base en las
ideas y el pensamiento.


Al
respecto, la citada Declaración expresa: “Vuestros conceptos legales
sobre propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se
aplican a nosotros. Se basan en la materia. Aquí no hay materia” Se
proclama el uso solidario de estos bienes inmateriales que nutren el
ciberespacio y se afirma que “sea lo que sea lo que la mente humana
pueda crear puede ser reproducido y distribuido infinitamente sin
ningún coste. El trasvase global de pensamiento ya no necesita ser
realizado por vuestras fábricas”. Se critica al poder capitalista.
Finalmente se declara la creación de una civilización de la mente en el
ciberespacio “más humana y hermosa que el mundo que vuestros gobiernos
han creado antes”. Hay un conflicto de intereses entre el capitalismo
sin miramientos y el capitalismo más solidario en el mundo capitalista
masculino.


Tras
diez años de esta Declaración hay un gran interés por dirigir la
construcción social del ciberespacio. No obstante el progreso de las
TIC en esta era cibernética las pugnas por crear nuevos modelos
sociales y económicos no han reparado en la necesidad de la refundación
de las ideas de libertad y solidaridad con la colaboración y presencia
directa de las mujeres. En la libertad de información y de la cultura
que se busca proteger se mantiene la misma estructura cognitiva por lo
tanto el ciberespacio va a ser llenado por lo mismos parámetros
culturales masculinos en los que han socializado sus defensores.


Batallas en el ciberespacio por la propiedad masculina


Tres
conceptos jurídicos se encuentran en pugna en el ciberespacio: el
derecho a la propiedad, el derecho a la libertad de expresión y el
derecho a la intimidad. Tal como se ha explicado, una de las batallas
está centrada en el derecho a la propiedad privada y específicamente a
la propiedad intelectual y su sistema de patentes. La posición de la
comunidad por el software libre impide que se ponga barreras a la
cultura y a su diversidad, no quiere que se amplíe el régimen de
patentes y derechos de autor. Obviamente, el sistema jurídico que
regula la propiedad intelectual, especialmente lo relacionado con las
patentes y el derecho de autor no ha dado los “pasos de gigante” como
sí lo han hecho las tecnologías unidas al libre mercado por lo que se
reivindica una regulación justa con el fin de evitar la
mercantilización de las creaciones culturales.


Resulta
que la libertad, que es la base del software libre, contiene una
ideología eminentemente económica íntimamente ligada a la distribución
de la propiedad y del poder sobre las herramientas tecnológicas sólo
entre varones. No se critica el contenido de la propiedad privada que
se sostiene en la desigualdad máxime cuando se trata de mujeres y
hombres. En este caso, las dos fuerzas de la contienda están formadas
básicamente por comunidades de varones. La propiedad en general y en el
sector de la economía de la información está en manos de una minoría
masculina. Se trata una vez más, de la repetición histórica de luchas
parciales para que la propiedad no se concentre en unos pocos, sino que
se “reparta democráticamente” en el mundo masculino. No nos engañemos,
a día de hoy las democracias occidentales “evolucionadas” siguen
sustentándose en esquemas patriarcales desiguales. Es en estos
escenarios con sistemas occidentales supuestamente avanzados, donde
está en marcha la “revolución tecnológica”. En esta medida, la
democratización de las TIC estará determinada sólo entre quienes puedan
acceder a ellas y obviamente quienes no tienen esta posibilidad son las
mujeres debido al sistema económico y social desigual que caracteriza a
las actuales democracias, ya que tienen un salario menor que los
varones y socialmente se les ha asignado roles que las alejan del
conocimiento técnico. Esta desigualdad no forma parte de la agenda de
la “más esperada revolución” que se avecina.


En
el mundo de la ciencia y tecnología no se ha tomado en cuenta el aporte
y los avances que sobre igualdad real brindan las teorías feministas.
Por esto en la comunidad por el software libre, las concepciones de
libertad, igualdad y propiedad descansan aún en visiones tradicionales
impregnadas de una jerarquía patriarcal que ignora la participación
igualitaria de las mujeres. Lo mismo sucede en las mentalidades de
quienes reivindican en nombre del capitalismo neoliberal, la
mercantilización de la información y el conocimiento, es decir, la
privatización total del software. Por tanto, los cambios que puede
producir la libre expansión de las nuevas tecnologías no alcanzará a
transformar viejas concepciones sobre las cuales tienen su base las
estructuras económicas, jurídicas y culturales.


La
propiedad es una categoría jurídica en la cual se incluyó sólo
formalmente a las mujeres cuando, recientemente, ingresaron al mercado
laboral, pero en condiciones desiguales. Sin embargo, no tiene
participación igualitaria en el sistema de la propiedad, mucho menos en
el ámbito tecnológico. Esta es una prueba de la exclusión de las
mujeres en esta lucha. La propiedad intelectual de los programas
informáticos está en debate sin importar que este tipo de propiedad
surgió y se ha mantenido sobre la base del ideario masculino.


En
efecto, la propiedad intelectual, materia del “litigio ideológico” es
una abstracción producto de la perspectiva masculina. La posibilidad de
crear conocimiento e inventar objetos considerados importantes ha sido
tradicionalmente considerado como una función únicamente de los
hombres. Esto sucede porque hasta el siglo XX la mujer no podía ejercer
la administración de sus bienes, legalmente no se le permitía. Otra de
las razones es su difícil acceso a la educación. Los estereotipos las
relegaron al margen de la propiedad, mucho más de la propiedad
intelectual.


La brecha digital de género


En
este escenario de la era de la información hay una brecha digital que
refleja el desfase que se da en el orden económico, social y jurídico.
Son desigualdades que hunden sus raíces en un tipo de desigualdad
universal: la de género, pues el acceso y el uso de las TIC están muy
relacionados con el nivel de ingresos económicos. En este contexto, la
población mundial con menores recursos económicos está representada en
su mayoría por mujeres. El círculo se cierra. La brecha digital también
es de género.


En
los datos recogidos por el Instituto Internacional de Investigaciones y
Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer
(INSTRAW) a propósito de la Revisión y valoración de la implementación
de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing (2005), se verifica
que más de mil millones de personas en el mundo viven aún en la
pobreza, de esta cifra, la mayoría son mujeres. La comunidad
internacional ha reconocido que la mujer y el hombre experimentan la
pobreza de forma diferenciada y que existe una íntima conexión entre
pobreza y desigualdad de género. Esta desigualdad basada en roles
sociales y culturales hace a las mujeres más vulnerables puesto que
distorsiona la distribución del ingreso económico, el acceso a los
recursos productivos, el dominio sobre la propiedad y el acceso al
mercado de trabajo. Por ello, se enfatiza que es un factor
imprescindible empoderar a la mujer para erradicar la pobreza. El
INSTRAW concluye que a pesar de la revisión de las políticas y acciones
internacionales a favor del desarrollo económico para las mujeres, la
feminización de la pobreza empeora cada vez más.


El
acceso a las nuevas tecnologías indiscutiblemente está en función de la
capacidad adquisitiva. Así, las mujeres, además de no participar en la
creación, diseño y desarrollo de la ciencia tecnológica y no tener
acceso igualitario en su utilización, se convierten sólo en meras
usuarias. Las condiciones de igualdad en este aspecto están ausentes.
La aparición de las nuevas tecnologías y la pugna por su masificación,
en su esencia, repiten prejuicios y esquemas heredados de la
“respetada” ilustración patriarcal que se mantiene intacta en la
comunidad científica y técnica, determinada por la hegemonía de la
visión masculina.


Ciencia y tecnología: el miedo a la igualdad


Actualmente,
en el mundo de la ciencia y tecnología la presencia femenina es escasa.
En el Informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas -
CSIC sobre La situación de las mujeres en el Sistema de Ciencia y
Tecnología (2004), se señala que “como siempre, es en Ingenierías y
Tecnologías donde las mujeres están en franca minoría”. Este Informe
ofrece datos cuantitativos y objetivos con el fin de analizar las
circunstancias y paliar esta situación de desequilibrio y desigualdad.
Los roles de género se han introducido en las ciencias y en general lo
que se demuestra es que en pleno siglo XXI éstas también siguen siendo
sexistas. En el citado Informe se comprueba que las mujeres están
relegadas a determinadas disciplinas y a ciertos trabajos marcados por
el sexo o “típicamente femeninos” como las Humanidades y las Ciencias
Sociales. Si bien, en la última década las mujeres se han incorporado a
las Ciencias de la Salud, este hecho podría considerarse como una
extensión “profesional” del rol de cuidado tradicionalmente asignado y
asumido por, las mujeres. “Eso se traduce, entre otras cosas, en que
determinadas carreras sean más “femeninas” que otras y en que ciertos
trabajos, “feminizados”, adquieran menor valor que otros”.


En
el recorrido de datos que ofrece el citado Informe se constata la
escandalosa ausencia de las mujeres en el campo de las ingenierías y de
las investigaciones sobre las TIC. Esta situación de injusticia, por
razón de discriminación de sexo en ciencia y tecnología es muy similar
al Study on the Status of Women Faculty in Science at MIT (1999) que
elaboró el Massachusetts Institute of Technology - MIT sobre la
marginación de las mujeres en la Facultad de Ciencias. Este Centro de
reconocido prestigio en investigación tecnológica ya hizo notar su
preocupación por la discriminación de las mujeres en este ámbito
científico. En él se concluye que la ausencia femenina se debe a los
patrones culturales machistas que se recrean en el ámbito científico y
se alude a la presencia de la discriminación de género sutil pero
penetrante en áreas científicas y tecnológicas.


En
efecto, en el campo de la ciencia y tecnología de la información las
mujeres se encuentran excluidas y relegadas a un papel secundario. En
la estructura académica y en la praxis, la jerarquía está basada en
función del sexo, de ello se deriva la imposibilidad de la integración
de las mujeres como científicas, inventoras y creadoras de cultura. Las
metodologías de las ciencias básicas que nutren a la tecnología
adolecen de prejuicios sexistas que se derivan en “verdades
científicas” que es necesario erradicar y transformar. Un ejemplo de
estos prejuicios está en el pensamiento de Mario Bunge quien afirma que
uno de los enemigos de la investigación científica es el Oscurantismo
posmoderno representado, entre otros, por pensamientos débiles como la
filosofía femenina ya que ésta considera la ciencia, y en general la
racionalidad y la objetividad, como “falocéntricas” (Mario Bunge, 2003)


Si
la unión de la ciencia con la técnica es tan íntima es lógico comprobar
la herencia androcéntrica en el mundo de las tecnologías. La tradición
dominada por esquemas masculinos, afecta a la metodología de las
ciencias pues hay un nexo entre ciencia y los contextos sociales y
culturales, donde se desarrolla la investigación científica y
tecnológica. Esta situación se plantea en el último Informe del CSIC
Mujeres Investigadoras (2005) en donde se hace una autocrítica respecto
del personal investigador de plantilla del CSIC que está constituido en
la actualidad por un tercio de mujeres y dos tercios de hombres. Esta
situación es similar a la media de las instituciones públicas de
enseñanza superior e investigación de la Europa-25. Por su parte, en el
estudio sobre Las políticas nacionales sobre la mujer y la ciencia en
Europa (2002) realizado por el Grupo Helsinki también concluye que
“cuanto más se asciende en la jerarquía académica, menor es la
proporción de mujeres. Las mujeres constituyen en todos los casos una
pequeña minoría de las personas que ocupan los puestos científicos de
mayor responsabilidad”. Este estudio que fue elaborado a partir de
investigaciones llevadas a cabo en treinta países, pone de manifiesto
el derroche del potencial femenino en el campo especialmente de las
ciencias. El sistema de creación del conocimiento aún está cargado de
prejuicios “científicos” excluyentes cuando se trata de lo femenino.


Al
respecto, el Documento sobre Mujeres y Ciencia (2004), elaborado por el
Grupo de Opinión del Observatorio de Bioética y Derecho de la
Universidad de Barcelona, corrobora que transcurridas varias décadas
desde la incorporación masiva de la mujer a la educación superior (las
mujeres constituyen más de la mitad de la población de estudiantes de
licenciatura y el 55 % de graduados a la UE), la presencia femenina no
se refleja en los niveles superiores de la carrera científica. En el
sector del trabajo sucede lo mismo. La OIT en su Informe Trabajo en la
Economía de la Información (2001) señala que a nivel mundial las
mujeres están sub-representadas en todas las estructuras de decisión en
el ámbito de las TIC. La toma de decisiones sobre TIC suele ser tratada
como un área puramente técnica (para hombres expertos).


No
obstante haber una inclinación cada vez más acentuada de parte de las
mujeres hacia las ciencias, cabe la pregunta que hace la Revista de la
Investigación Europea I +DT info de la Comisión Europea: La ciencia,
“¿les abre sus puertas?, ¿qué haría falta para que las cosas
cambiaran?”. Para muchos, simplemente, el que las mentalidades
evolucionaran. No cabe duda que el mundo científico, especialmente de
las llamadas ciencias “exactas”, está hecho a la imagen de la sociedad.
Una sociedad que se niega a percibir claramente la discriminación por
razón de sexo. Esto no significa que las demás ciencias como las
ciencias sociales y jurídicas estén exentas de dogmas impuestos por la
autoridad científica masculina. Claro que adolecen del mismo defecto.
El actual sistema cognitivo sustentado en la razón y en la cosmovisión
masculina mantiene sus dogmas y autoproclama su universalidad. Los
prejuicios de la ciencia, ¿acaso sirven para ocultar y mantener
desigualdades? ¿Hay temor frente a la perspectiva femenina?


La
tecnología de la información y comunicación está generando la
producción acelerada de cultura, pero cualitativamente la producción
cultural obedece aun a los cánones establecidos por la elite patriarcal
la que ahora se ha dividido entre los que quieren transformar la
cultura en un bien rentable económicamente y los que quieren su
socialización. En la contienda tecnológica, donde casi todas las
mujeres son observadoras, los actores, que son en su mayoría hombres de
ciencia y tecnología, no reparan en la necesidad de igualdad real de
mujeres y hombres; pues son quienes ahora batallan por el software
libre sin darse cuenta que se trata una vez más de una lucha que se
cimienta en una desigualdad universal: el dominio de la visión
masculina sobre la femenina. Cada combatiente de uno y otro lado,
despliega sus esfuerzos por la libertad de información y la aplicación
de las nuevas tecnologías en la plácida ignorancia de todas las mujeres
que trabajan y desean trabajar a su lado en la construcción de una
sociedad más libre y más igualitaria.


Solidaridad incompleta en la nueva era


Hoy
en día las acciones de la comunidad “revolucionaria”, además de
expresarse en las calles y utilizar los medios de información a través
de la red, mantienen actitudes y pensamientos tradicionales, ya que se
trata de una guerra entre propietarios o potenciales propietarios
masculinos que pretenden mantener su universalidad, ahora, en el
terreno de la propiedad intelectual. De continuar así sus resultados
serán poco revolucionarios. La pregunta es, ¿por qué la llaman “nueva
revolución” si la base de la lucha no tiene nada de nuevo salvo el uso
de una novedosa herramienta? La sociedad podría ser la misma aun con la
masificación de las TIC, ya que, en su esencia, los roles culturales en
plena batalla siguen siendo los mismos. No es que se pretenda
desalentar a estos nuevos militantes por la libertad de las nuevas
tecnologías, el problema es la desilusión que producen las acciones que
intentan cambiar paradigmas sobre la base de los mismos que se critican
manteniendo un estado de desigualdad y sin tomar en cuenta su propia
filosofía: la solidaridad.


Puede
verse que en esta “revolución masculina” la idea de solidaridad es
parcial. Es un pensamiento solidario que sólo se enfrenta a los deseos
monopolizadores como por ejemplo el de Microsoft, pero la solidaridad
por una igualdad real donde se incluya la presencia de la mujer y la
visión feminista no se plantea.


Ante
estas críticas uno de los argumentos de los “nuevos revolucionarios”
podría ser: “esta tarea es solamente de las mujeres, que ellas se
encarguen de esta revolución”. El conocido techo de cristal tan
institucionalizado demuestra que esta tarea tiene que apoyarse en una
idea más completa de solidaridad y lucha conjunta de mujeres y hombres
que creen en los grandes cambios con justicia. La concepción de
cooperación y solidaridad en que se basan los aliados por el software
libre tiene que complementarse con la igualdad real para alcanzar sus
fines. Solo así su revolución será efectiva.


El
movimiento social por el software libre no debe significar la mera
repetición de muchos otros. Tal como ocurrió en la lucha por la
República, en las guerras de las ex colonias, en la lucha por la
democracia frente a la dictadura, por la igualdad entre criollos e
indígenas. En todas estas pugnas las mujeres no participan ni obtienen
beneficios en igualdad de condiciones. La lucha es sólo por una
igualdad formal y solidaridad parcial. No se percibe que la base el
fundamento para alcanzar una mentalidad emancipadora es que la mujer
acceda a un estatus de igualdad real para que pueda reflejarse también
en el ciberespacio.


La izquierda en el ciberespacio


Históricamente
las revoluciones en el mundo sólo produjeron cambios violentos en las
instituciones políticas, económicas o sociales sin cambiar la
estructura cimentada en el imperialismo cultural androcéntrico. La
generación precedente a esta comunidad de jóvenes, especialmente
europeos, defensores del software libre, abrazaron la cultura militante
de izquierdas en pos de la construcción de democracias sociales más
igualitarias. La joven generación que hoy se enfrenta al sistema
capitalista, que con su lógica del lucro pretende monopolizar esta
herramienta de información y comunicación, son descendientes de las
parejas de entonces que lucharon por los derechos sociales y alguna vez
aspiraron a la igualdad real de hombres y mujeres. Sin embargo el gran
problema actual de exclusión de la mujer en la investigación, creación
y aplicación de la ciencia y tecnología así como en la propiedad y los
beneficios que reportan, no se resuelve. Entonces, ¿qué ha pasado?


Surge
la necesaria crítica ante un panorama de repeticiones de viejas luchas
con los mismos errores de discriminación de la mujer en la producción
científica y cultural y en la tenencia de la propiedad. Las críticas y
cuestionamientos se extienden a la labor pedagógica de los pensadores,
activistas y padres y madres que alguna vez creyeron que era posible un
mundo mejor. La herencia de la izquierda y del feminismo no ha logrado
sus objetivos. Los resultados de esta ineficacia se plasman en la
“nueva revolución”, en su creciente cultura tecnológica. Los herederos
de los utópicos sobre un mundo más justo no recibieron toda la masa
hereditaria ideológica de la izquierda ya que sus movimientos sólo
buscan cambios formales y no profundas transformaciones en los
cimientos de los sistemas que critican.


Cabe
preguntarse entonces, con la total entrada de Internet en el ámbito
“doméstico”, las madres, hermanas y abuelas de esta juventud
“revolucionaria” ¿seguirán con sus roles establecidos o se repartirán
las labores de la casa por igual y sin distinción de sexo? Con la
llegada del tele-trabajo y del uso de las nuevas tecnologías en el
mundo laboral, las categorías jurídicas del derecho del trabajo están
sufriendo grandes cambios. Pero el hecho de trabajar desde casa, sin
salir de ella, ¿producirá una mejor distribución de roles en el cuidado
de la prole, en la atención a las personas mayores y en las labores
domésticas? ¿Qué cambios se producirán cuando se patenten las recetas
de cocina? Es necesario que la distribución del trabajo del hogar y del
cuidado de la descendencia en una pareja cambie en esta era
cibernética. ¿Se inmutan los “revolucionarios tecnológicos” frente a la
negativa de los gobiernos a corregir los roles de género en la
educación, en el derecho y en las ciencias en general? ¿Han pensado en
las razones de la ausencia de las mujeres en la investigación, estudio
y aplicación de la informática?


Relaciones de género en el ciberespacio: más de lo mismo


La
tranversalidad de género en la enseñanza de la informática está
ausente. En el sistema educativo no se ha planteado si su lenguaje y
diseño tiene la posibilidad de integrar lo femenino. El resultado es lo
que importa y el resultado de las aplicaciones de las TIC se enmarca en
un escenario masculino. Dado que el ciberespacio no está aislado de la
sociedad en general, la información y comunicaciónque alimenta la
cultura tecnológica se la aprehende como producto de información y
comunicación que se da en el espacio global equivalente al público y no
al doméstico. Así, se recrean los estereotipos de la división del mundo
entre lo público y privado, lo masculino y femenino, lo científico
técnico y lo que no lo es. Se reproducen entonces las jerarquías
patriarcales.


Precisamente,
los contenidos en el ciberespacio en su mayoría recrean los roles de
género donde la mujer aparece como un objeto, con comportamientos
pasivos o dirigidos al servicio. Esta situación se verifica en los
videojuegos, en la misma red Internet en general y en los contenidos
del sistema multimedia. Aquí priman los esquemas masculinos. Dado el
carácter interactivo en la obtención de la información y en desarrollo
de la comunicación las pautas culturales penetran los sentidos, por lo
que la recreación de modelos sexistas se afianza. En este contenido
sexista evidente, se pone de manifiesto la cultura patriarcal de los
creadores, desarrolladores y aplicadores de esta herramienta. El mundo
virtual está impregnado de contenidos que expresan la discriminación
por razón de sexo que se da en el mundo real. Los defensores por la
libertad de las TIC no han puesto de manifiesto tal desigualdad. ¿Qué
hacer?


Una
de las estrategias de los “revolucionarios” debería estar orientada a
la alianza con las mujeres para conseguir la justa distribución del uso
de la nueva herramienta y la participación igualitaria en la
investigación y creación del conocimiento y de la cultura. Esta crítica
a los objetivos de los movimientos sociales que quieren cambiar el
mundo de las TIC propone la construcción de nuevos paradigmas de
socialización mediante la unión de fuerzas de mujeres y hombres que
creen que estos cambios son posibles. Se ha corroborado que las
imposiciones de roles según el sexo también afectan negativamente a los
hombres. Ya en su momento el socialismo utópico en el siglo XIX llamó
la atención que no se pueden intentar cambios en la humanidad sin la
participación de más de la mitad de la humanidad misma: las mujeres.
Cabe resaltar el llamamiento de Flora Tristán a la unión de mujeres y
hombres en igualdad de condiciones puesto que en tanto ellas dejen de
ser siervas, los varones se beneficiarán de la libertad de las mujeres
(Flora Tristán, 1977: p. 127). Además de creer en la verdadera
colaboración de ambos sexos por la emancipación de la humanidad,
Tristán recalcaba que “La ley que esclaviza a la mujer y la priva de
instrucción, os oprime también a vosotros hombres proletarios... En
nombre de vuestro propio interés...en nombre del bienestar universal de
todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer”
(Ibíd., 1977: 129-131).


Al
igual que la Revolución Industrial supuso la consagración de las
esferas pública, privada (con la exclusión de las mujeres) y doméstica
(con la reclusión de las mujeres) por producirse en un claro contexto
de desigualdad ahondada ésta en la actualidad. Lo mismo está sucediendo
en el proceso de la revolución de las nuevas tecnologías puesto que
también se produce en una clara situación de dominio masculino
producida por la desigual distribución de la riqueza concebida ésta
como conocimiento científico y tecnológico.


La
comunidad revolucionaria por la libertad de las TIC tiene que renovarse
y reinventarse tomando en cuenta la libertad pero sin dejar de lado la
solidaridad para lograr una justicia más universal: la igualdad real de
mujeres y hombres. Igualdad que respete las diferencias biológicas pero
que tome en cuenta la igualdad real sin la imposición de roles sociales
determinados por el sexo. De lo contrario estas nuevas tecnologías
junto con el grupo de “revolucionarios” y sus contendores no generarán
cambios sustanciales, salvo en los signos del lenguaje.


En
efecto, esta “revolución” podría quedarse como un proyecto inacabado en
sus afanes liberadores de la cultura y del conocimiento, tal como
sucedió con la aparición de la imprenta en Occidente o cuando se llevó
a cabo el proyecto enciclopédico cuyo deseo fue el de difundir el
saber. El proyecto de solidaridad orgánica que alguna vez abrazaron los
enciclopedistas no incluyó la participación de las mujeres. ¿De qué
solidaridad se trató? El saber y la información se materializaron y se
difundieron solo en una parte de la humanidad, representada solamente
por la masculina. Así lo demuestran los estudios antes citados sobre
los “avances” en ciencia y tecnología y la exclusión de la perspectiva
femenina. Del mismo modo que hasta la actualidad, la situación de
discriminación por razón de sexo se mantiene también en el sistema
menos malo: el democrático.


El
proyecto solidario de los contestatarios del mundo de las nuevas
tecnologías tiene la alternativa de apoyar el sentido de su causa común
en una nueva alianza incorporando en su ideario el conocimiento que
ofrece el feminismo y la perspectiva de género. La condición humana
incluye lo femenino; si se busca una revolución tecnológica más justa,
es hora de pensar en una verdadera alianza y en igualdad de condiciones
de mujeres y hombres. El reto está en establecer nuevas fórmulas de
lucha más abiertas donde haya espacio para las mujeres: las ignoradas
en las ciencias, la técnica, en la cultura democrática y en la lucha
por la propiedad intelectual. Las nuevas fórmulas que puedan surgir en
la contienda por lograr software libre y por evitar la manipulación de
las creaciones culturales implican profundas transformaciones en la
humanidad y la humanidad es también femenina.


Referencias electrónicas


Mario
Bunge “Cómo criar y cómo matar la gallina de los huevos de oro” (en
línea) Discurso por la Solemne Investidura como Doctor “Honoris Causa”.
Universidad de Salamanca, Salamanca: Universidad de Salamanca, mayo de
2003 (Consulta: 5/02/06)
http://www.usal.es/gabinete/protocolo/Discurso_Mario_Bunge.pdf


R.
Gonzàlez Duarte (coord.) “Documento sobre Mujeres y Ciencia” (en línea)
Grupo de Opinión del Observatorio de Bioética y Derecho. Universidad de
Barcelona. Barcelona: Universidad de Barcelona, septiembre de 2004
(Consulta: 7/02/06 )
Disponible en:
http://www.ub.es/fildt/bioetica.htm


Comisión
Europea “La otra mitad de la investigación”. (en línea) en I +DT info
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Referencia Bibliográfica


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Ver también Copia este libro (en línea)
http://www.filmica.com/david_bravo/archivos/001828.html


Jim
Davis y Michael Stack. 1992 “Knowledge in production”. Race and
capital, vol. 34, n.º 3, 1992, Londres en Claudio Katz
“Mercantilización y socialización de la información y el conocimiento”
en Política y Sociedad Revista de la UCM. Facultad de Ciencias
Políticas y Sociología, 33, enero-mayo, Madrid, pp. 207-216


Claudio
Katz.
2000 “Mercantilización y socialización de la información y el
conocimiento” en Política y Sociedad Revista de la UCM. Facultad de
Ciencias Políticas y Sociología, 33, enero-mayo, Madrid, pp. 207-216


Flora Tristán.
1977 Unión Obrera. Barcelona: Fontamara




Nilda Garay Montañez

Responses to this post

Lo leí en Barrapunto, el software libre es una cuestión aparte cre yo, pero en parte hay algo de razón en lo que dice el artículo

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